miércoles, 7 de septiembre de 2011

Mandos militares estadunidenses expertos en la lucha contra Al Qaeda examinan redes de droga en el país.

Por David Brooks | Corresponsal

•10 años del 11-S
•México, objetivo de EU para expandir su guerra contra el terrorismo.
•Los ataques de 2001 transformaron la relación bilateral; comercio y migración dejaron de ser prioridad.

Nueva York, 6 de septiembre. A lo largo de los últimos 10 años, México se transformó de ser un "socio" en la lucha antiterrorista de Estados Unidos a nivel internacional, a un país que requiere ser rescatado con algunas de las mismas estrategias y tácticas diseñadas por Washington para combatir el "terror" al otro lado del mundo.

El mismo comando, cuya unidad de fuerzas especiales militares Seals aniquiló a Osama Bin Laden y con ello de cierta manera se cerró un capítulo de la historia que empezó con los atentados del 11 de septiembre de 2001, está deseoso ahora de aplicar sus talentos a México, reportó el Washington Post.

En un amplio reportaje sobre el Comando Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono (JSOC), la fuerza militar secreta más poderosa de este país que ha multiplicado su tamaño y operaciones en torno a la guerra contra el terrorismo proclamada por el 11-S, los reporteros Dana Priest y William Arkin informan que "México está primero en su lista de deseos", pero que el gobierno mexicano, limitado por la Constitución, depende de otras agencias federales para asistencia en inteligencia y otras actividades. Sin embargo, JSOC colabora en asuntos antiterroristas con la agencia de Inmigración y Aduanas (ICE) y otras en aspectos relacionados con el tema.

De hecho, revelaciones en meses recientes señalan que las tácticas y enfoque de la guerra antiterrorista estadunidense ya se emplean en México. "Los militares (de EU) intentan aplicar en México lo mismo que hicieron en Afganistán", declaró un oficial estadunidense al New York Times recientemente, al describir el trabajo de algunos en el Comando Norte.

El Times reportó el mes pasado que el Pentágono está empleando lecciones aprendidas en una década de combate contrainsurgente en Afganistán e Irak en la lucha antinarcóticos. En el Comando Norte (cuya área de responsabilidad comprende Estados Unidos, Canadá y México) "varios altos oficiales con años de experiencia en la lucha contra Al Qaeda y grupos afiliados examinan inteligencia sobre las redes de droga mexicanas", informó el rotativo.

El centro de fusión de inteligencia en una base militar en el norte de México, integrado por personal de la DEA, la CIA y civiles del Comando Norte del Pentágono (entre ellos militares retirados) está modelado sobre los centros de inteligencia empleados en Afganistán e Irak. Las naves aéreas no tripuladas a control remoto, los llamados drones, que han sido la tecnología bélica más moderna y más utilizada en Afganistán, Pakistán y Yemen, las emplean ahora (aunque no artillados, se asegura) las agencias estadunidenses en México. Algunas de las técnicas de operaciones clandestinas, y todo tipo de instrucción contrainsurgente, afinadas en los campos de guerra de Irak y Afganistán, actualmente forman parte de la capacitación estadunidense de fuerzas de seguridad pública mexicanas.

Algunos análisis militares estadunidenses en el pasado reciente han comparado algunos aspectos de la situación en México con la de Pakistán e incluso con Afganistán. Aunque el Departamento de Estado y otros descartan estas comparaciones, no ayuda su argumento cuando nombran al segundo en rango de la embajada estadunidense en Afganistán, E. Anthony Wayne, como próximo embajador de Estados Unidos en México.

El gobierno de Vicente Fox expresó su solidaridad con Estados Unidos poco después de los atentados, aunque hubo controversia sobre si se demoró en hacerlo formalmente, y casi de inmediato se empezó a implementar todo tipo de cooperación con Washington en torno a la "seguridad"; de hecho, horas después de los atentados, México selló sus fronteras. Desde entonces México también empezó una mayor coordinación sobre monitoreo de extranjeros –sobre todo musulmanes– y vigilancia de puertos de entrada, fronteras y tránsito aéreo con sus contrapartes en Washington.

En los siguientes meses, México procedió de manera cautelosa en el ámbito diplomático. Subrayó su cooperación con la "comunidad internacional", y no directamente con Washington, para enfrentar el terrorismo.

Después, México evitó sumarse a cualquier "coalición" de países que proclamaban la guerra contra el terrorismo, lo que provocó irritación en Washington.

De hecho, el gobierno mexicano fue víctima de constante presión y hasta de espionaje en la misión de México ante la Organización de Naciones Unidas por Estados Unidos, el cual buscaba promover el endoso de la "comunidad internacional" para su guerra contra Irak.

El voto no se realizó, aunque México indicaba que rechazaría el uso de fuerza contra Irak. Estados Unidos lanzó su guerra de manera unilateral. Pero meses más tarde, ya ante los hechos, México sí endosó en la ONU la legitimidad de la autoridad estadunidense en el país invadido.

En el ámbito bilateral, México prometió a políticos estadunidenses que se dedicaría a "asegurar" la frontera con Estados Unidos ante una creciente presión desde Washington que transformó el tema fronterizo y de la migración en asunto de "seguridad nacional". Así, a partir del 11-S, la relación bilateral se transformó; antes, las prioridades eran el comercio y la migración tras los ataques, la seguridad se volvió el eje central.

Así, en las siguientes reuniones entre los entonces presidentes Vicente Fox y George W. Bush, todo giraba en torno al tema de seguridad, y elaboraron acuerdos que incluso convirtieron la tan elogiada zona de libre comercio del TLC, en una zona de seguridad de América del Norte que sería bautizada bajo el nombre de Asociación de Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) en 2005.

Sin embargo, el gobierno de Bush, bajo la repetida justificación de seguridad, decidió militarizar su frontera sur e instaló más equipo electrónico, construyó un muro fronterizo y desplegó más agentes de seguridad incluida la Guardia Nacional, algo que continúa en la presidencia de Barack Obama.

Con la declaración de la guerra del presidente Felipe Calderón contra el narcotráfico y la detonación de la ola de violencia extrema en el país vecino, la relación dio otro giro. México pasó de pronto de ser "socio" en la lucha antiterrorista, a "víctima" de la violencia "terrorista" del narcotráfico.

Bajo el rubro de la Iniciativa Mérida, esta óptica se hizo extensiva a Centroamérica. La relación con Estados Unidos hoy gira cada vez más en torno a las definiciones de la visión estratégica estadunidense que se aplica a la gran mayoría de países del mundo, y donde casi todo es percibido como una posible "amenaza" a la seguridad estadunidense.

La violencia y las drogas en México, hasta los migrantes, se perciben como graves "amenazas" potenciales a la seguridad nacional estadunidense por Washington. Las consecuencias del 11-S, como lo "aprendido" en la respuesta bélica estadunidense, definen ahora la relación bilateral.



La Jornada, miércoles 7 de septiembre de 2011, p. 2

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